El 4 de octubre se celebró a San Francisco de Asís. Francisco vivió su vida en comunidad y en fraternidad, en una vida sencilla. Tuvo el llamado de encontrarse con Dios y descubrir su nueva vida. Francisco recibió el llamado de reconstruir la Iglesia, es un llamado a hacer comunidad.
El vivió en una época en que los enfermos leprosos tenían un cencerro o campana colgando de su cuello que hacían sonar para que las personas se alejaran de ellas y así no contagiarse. Francisco, se acercó a estos enfermos, los acarició y acompañó. Actualmente también existe una enfermedad, que si bien no necesita de campanas para anunciarse, si está contagiando a millones de personas en el mundo causando aislamiento y eternas cuarentenas e incluso la propia muerte. Esta pandemia no tiene color político, ni clase social, religión o color de piel. Nos ha hecho aislarnos de aquellos que sufren. Esta nueva pandemia es la indiferencia, una enfermedad que nos está contagiando a todos por muchos años, décadas, generaciones.
Hay muchas personas que sufren día a día, personas enfermas, familiares de enfermos que no encuentran consuelo, ancianos viviendo en la más triste soledad, familias separadas, personas que viven sin tener ni siquiera una oportunidad de trabajo o educación, jóvenes y no tan jóvenes que viven en la drogadicción o alcoholismo, personas que en general la sociedad no les dá la oportunidad de surgir y siguen siendo marginados. Que la indiferencia no nos gane y encontremos la vacuna de esta pandemia.
Quizás debemos preguntarnos si nos falta un poco de Francisco.
Oración Simple
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
Amén.